La presentación podría imitar sin sonrojarse el mítico cartel publicitario de la Cleopatra de Mankiewicz, “la película más grande jamás rodada”: 21 cámaras, un travelling sobre cable aéreo a ocho metros por segundo, 300 personas en tres equipos de producción, iluminación, música, sonido, datos, un tráiler de 15 metros para que se maneje bien el realizador, tres horas de producto televisivo con pinceladas de metaverso y realidad inmersiva, un escenario que es un óvalo de madera de 250 metros sobre el que actúan 36 mujeres y 36 hombres, más de dos millones de euros en gasto para sus creadores, Warner Bros. Discovery (WBD). Anuncios de Amazon Web Services e Infinite Reality. Ruido. Música. Acción. 4.000 espectadores. No, no es un concierto íntimo de Taylor Swift, es el show de la Track Championship League (TCL), que inaugura su tercera temporada en el velódromo de Palma de Mallorca.
El ciclismo más antiguo, el de la pista, a través de la mirada más moderna, la de la hipertecnología. El mismo sudor, los mismos miles de vatios de las sprinters bolas de músculo, los mismo 70 por hora, la misma pedalada puro flow, pedalada de seda, de los fondistas. Y un brillo nuevo. Vértigo. Da fe de ello, del cruce de lo viejo con lo que llega, Joan Llaneras, doble campeón olímpico mallorquín, en Sidney y en Pekín, 2000 y 2008, y anfitrión en Palma, al que le salieron los dientes en la pista en competiciones de 6 Días, el encanto de las veladas de madrugada, la tragedia de la muerte en el velódromo del compañero Isaac Gálvez, el humo de los cigarros de los espectadores, las cenas lujosas y el espectáculo que ya no se produce. Llaneras prefería sus años, aquellos en los que los pistards eran una burbuja encerrada entre los peraltes de 45 grados de las curvas del óvalo, una familia nómada, vida de artistas, pero acepta, es inevitable, la irrupción del futuro. Todo sea por la supervivencia de la pista.
“Queremos rejuvenecer la pista. Queremos hacer crecer la audiencia más joven, pero no queremos perder la audiencia de toda la vida, y para eso es fundamental mantener las claves que han hecho apasionarse por la pista a los viejos aficionados”, explica Chris Ball, vicepresidente de eventos ciclistas de WBD, compañía inventora y dueña de la competición, y también de los derechos para Europa de los Juegos de París, mientras a sus pies se proyectan sobre la madera vieja del velódromo, pino siberiano, imágenes psicodélicas creadas con ordenador. “Tenemos que mantener eso y al mismo tiempo impulsar las cosas y atraer a nuevos públicos, públicos más jóvenes. La TCL es la plataforma; el velódromo es un lienzo increíble en el que podemos hacerlo y llevar el ciclismo en pista a una nueva era. Los Juegos Olímpicos son de gran importancia para el grupo. Así que tener la UCI Track Champions League como parte de la familia olímpica, es realmente crucial”.
La estrella del velódromo es un neerlandés de 26 años, 90 kilos de músculo y muslos como troncos de roble llamado Harrie Lavreysen. Acelera incontenible a mitad de vuelta, adelanta a los rivales y, llegando a 2.680 vatios de energía, cruza la meta a más de 70 por hora. El monstruo de la velocidad. Dos veces campeón olímpico. 13 medallas de oro mundiales. Invencible casi.
En atractivo con la velocidad pura compite la prueba de eliminación, y el público entretenido apostando por cuál será el ciclista eliminado por pasar último por la línea cada dos vueltas. Ciclistas más finos. Fondistas como Sebastián Mora, de Vila-real, el único español en la liga. Es, junto a su compañero de madison Albert Torres, la gran esperanza española para París. “No llego muy en forma porque este año el único objetivo son los Juegos y la preparación empieza ahora”, advierte Mora, que pelea en el scratch (carrera simple de 20 vueltas, cinco kilómetros), alcanza la fuga y sucumbe. Minutos después un estruendo tremendo interrumpe la carrera de eliminación masculina cuando encaraba el primer sprint. Crujidos. Ciclistas por el suelo deslizándose desde las alturas como si se lanzaran por un tobogán. Caen una docena de los 18 que participan, y entre ellos está Mora, que se queja de la mano izquierda. “No puedo apretar”, dice. Pese a ello, aguanta, clavado en los primeros puestos. Cuando quedan solo cuatro en liza, las fuerzas le abandonan.
En la pelousse, entre ciclistas que hacen rodillo en boxes esperando su turno, o aparcan el piñón fijo después de competir mientras se despojan del buzo, se mueve con su silla de ruedas y una sonrisa Kristina Vogel, alemana, embajadora de la competición, entrevistadora de compañeras, doble campeona olímpica de velocidad, que un día de entrenamiento, hace cinco años, empezó a pedalear en el velódromo sintiéndose la mujer más fuerte del mundo y una décima de segundo después, tras un terrible choque con otro ciclista, estaba sentada en el suelo sin sentir nada en sus piernas mientras su entrenador le quitaba las zapatillas. Se había roto la médula. Parapléjica. Cuando se le pregunta cómo se puede vivir después de un golpe así, Vogel, la persona que hace recordar que el velódromo es show y también es vida real, no deja de sonreír y responde: “Entré al velódromo sintiéndome la mujer más fuerte del mundo, pero ahora me siento mucho más fuerte”.
Resultados
Mujeres. Velocidad. 1. Alessa-Catriona Pröpster (Ale). 2. Emma Finucane (GB). Keirin. 1. Ellesse Andrews (NZ). 2. Martha Bayona (Col). 3. Pröpster. Scratch. 1. Lily Williams (EE UU). 2. Katie Archibald (GBR). 3. Maggie Coles (Can). Eliminación. 1. Archibald. 2. Anita Stenberg (Nor). 3. Williams.
Hombres. Velocidad. 1. Harrie Lavreysen (Hol). 2. Tom Derache (Fra). Keirin. 1. Lavreysen. 2. Kevin Quintero (Col). 3. Matthew Richardson (Aus). Scratch. 1. Eiya Hashimoto (Jap). 2. Mark Stewart (GB). 3. Tuur Dens (Bel). 7. Sebastián Mora. Eliminación. 1. Hashimoto. 2. William Tidball (GB). 3. Jules Hesters (Bel). 4. Mora.
Próximas jornadas. 28 de octubre: Berlín. 4 de noviembre: St Quentin. 10 y 11 de noviembre: Londres.
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