Las grandes tecnológicas son los nuevos monopolios. Apple acapara el mercado de los teléfonos inteligentes; Google no tiene rival en las búsquedas ni en la publicidad digital; Amazon domina el comercio electrónico; Microsoft, los sistemas operativos y Meta tiene una posición privilegiada en las redes sociales con Facebook, Instagram y WhatsApp. El Gobierno de Estados Unidos considera que esas compañías han abusado de su posición de dominio de forma ilegal y se ha lanzado a combatir sus prácticas monopolísticas. La batalla está servida en los tribunales, pero mientras, esos gigantes, a los que se ha unido Nvidia con sus microprocesadores de gran potencia, se han lanzado a la conquista de la tecnología del futuro (y algo ya del presente): la inteligencia artificial.
El último movimiento del Gobierno de Joe Biden ha sido la presentación, el pasado jueves, de una demanda del Departamento de Justicia en la que acusa a Apple de construir un monopolio de forma ilegal con el iPhone. La presentación de la demanda hizo perder a la compañía unos 110.000 millones de dólares de valor en Bolsa en un solo día. “El Departamento de Justicia tiene un legado perdurable, enfrentándose a los mayores y más duros monopolios de la historia. Esto incluye casos históricos contra Standard Oil, AT&T y Microsoft”, afirmó Jonathan Kanter, fiscal responsable de la división antimonopolios, al anunciar la demanda.
Los monopolios de la era digital son, sin embargo, diferentes de los de la época industrial, como explica Tom Wheeler, autor del libro Techlash. La palabra, literalmente “latigazo tecnológico”, es un neologismo que refleja la reacción negativa al creciente poder e influencia de las grandes tecnológicas. Wheeler señala que las leyes antimonopolio “se basaban en conceptos industriales”. “El reto de la era de internet es que muchas prácticas digitales son difíciles de clasificar con arreglo a normas basadas en supuestos industriales. Por ejemplo, mientras que la actividad industrial se centra en el producto per se, la actividad digital se centra en los datos creados por el consumo del producto. Un fabricante de automóviles no puede regalar vehículos, por ejemplo, pero plataformas como Facebook y Google sí pueden regalar sus servicios como el gancho que les permite recopilar la información privada de los usuarios, que luego pueden reutilizar para obtener ingresos”, explica en su libro.
Esas dificultades no han impedido la ofensiva de Washington contra las tecnológicas. La Administración ataca con dos organismos diferentes: el Departamento de Justicia, con el fiscal general, Merrick Garland, al frente, y la Comisión Federal de Comercio (FTC), dirigida por Lina Khan, azote de las tecnológicas, primero como teórica y luego tras asumir su puesto en 2021 con solo 32 años.
El Departamento de Justicia ha presentado dos demandas de gran calado contra Google. La primera, puesta en marcha en la presidencia de Donald Trump y llevada a juicio en la de Biden, acusa a la empresa de abusar de su poder de monopolio en el mercado de los buscadores, especialmente con los contratos para asegurarse ser el buscador por defecto de los dispositivos de Apple, incluido el iPhone. La segunda, que se continúa tramitando, acusa a la empresa de un monopolio ilegal en el mercado de la publicidad digital. En ella, pide la división del negocio publicitario de Google mediante desinversiones para fomentar la competencia.
También es el fiscal general el que ha impulsado la demanda contra Apple presentada el jueves. Acusa a Apple de proteger su monopolio poniendo murallas en su ecosistema frente a las superaplicaciones (como WeChat, puerta de entrada a servicios variados de mensajería, comercio electrónico y medios de pago, entre otros) y las aplicaciones de streaming en la nube, especialmente de videojuegos (que reducen la necesidad de teléfonos tan potentes como los iPhone). También denuncia que impide la compatibilidad del iPhone y el Apple Watch con dispositivos competidores, hace que los servicios de mensajería se comuniquen mal con los teléfonos Android y pone trabas a las carteras digitales alternativas a la suya.
Apple se está beneficiando “no mejorando sus propios productos, sino empeorando los de otros”, dijo el jueves Garland, que defendió su ofensiva contra las grandes tecnológicas, aunque obligue a dedicarle muchos recursos. “El Departamento de Justicia no tiene una norma diferente para los poderosos en comparación con los que no lo son, no tiene una regla diferente para los ricos en comparación con los pobres. Tenemos una norma. Miramos los hechos, miramos la ley y tomamos las decisiones apropiadas”, sostuvo.
Por su parte, la FTC de Lina Khan demandó en 2021 a Meta, acusándola de reducir la competencia con la compra de Instagram y WhatsApp. Una primera demanda de tiempos de Trump fue rechazada por falta de fundamentos suficientes, pues no estaba correctamente argumentada. La segunda, sin embargo, sigue su camino y la FTC quiere que vaya a juicio este año.
Khan se labró su prestigio con un influyente artículo académico, titulado La paradoja antimonopolio de Amazon, publicado por la revista jurídica de Yale, donde estudiaba entonces Derecho. De la teoría a la práctica, la FTC demandó a Amazon el año pasado, acusándola de ejercer prácticas monopolísticas encaminadas a “inflar los precios, degradar la calidad y hurtar la innovación a consumidores y negocios”.
Wheeler sostiene que, más allá de la diferencia entre actividades industriales y digitales, las actuaciones en defensa de la competencia han ido disminuyendo su eficacia en el último medio siglo. “A partir de la era Reagan, los tribunales comenzaron a interpretar las leyes antimonopolio en términos de su impacto en los consumidores (principalmente a través del precio) en lugar del impacto en el mercado competitivo. A medida que crecía el poder de mercado de las empresas digitales dominantes, se reducían las interpretaciones de los tribunales de las premisas básicas de las leyes antimonopolio”, sostiene.
El fiscal general, sin embargo, se muestra optimista con los casos que de él dependen: “Estados Unidos normalmente gana los casos que presenta. Presentamos casos porque creemos que los fundamentos jurídicos los justifican y porque creemos que es probable que los ganemos”, dijo el jueves Garland. Las compañías niegan que hayan incurrido en prácticas ilegales.
Estados Unidos no está solo en la batalla. De hecho, en muchos sentidos, va a la zaga de la Unión Europea, que ha impuesto sanciones multimillonarias a Google, Apple y Meta y ha obligado a Amazon a modificar sus prácticas comerciales. Además, ha aprobado una exigente Ley de Mercados Digitales que impone a las grandes tecnológicas obligaciones más estrictas para evitar que abusen de su posición dominante.
Inteligencia artificial
A pesar de la ofensiva, las grandes tecnológicas están inmersas ya en la carrera por dominar la inteligencia artificial. Y, para ello, como hicieron en el pasado, siguen sacando la chequera para hacer adquisiciones o llegando a acuerdos entre gigantes. Microsoft es socio privilegiado de OpenAI. Además, ha fichado a Mustafa Suleyman, uno de los fundadores de DeepMind, junto a su equipo y la tecnología de Inflection sin comprar la empresa, en una obligación que algunos han visto diseñada de forma que eluda el escrutinio de las autoridades de competencia. Por su parte, Google y Amazon han invertido en Anthropic, otra de las firmas punteras en inteligencia artificial. Y cuando los tribunales aún tienen que pronunciarse sobre el acuerdo entre Apple y Google sobre las búsquedas en los iPhone, ambas compañías negocian un acuerdo para que los dispositivos de Apple usen Gemini, el asistente de inteligencia artificial de Google.
“La competencia no solo protege los mercados y las tecnologías de hoy, sino las innovaciones de mañana”, declaró el jueves el fiscal Kanter. “En el centro de la Edad Dorada digital está la misma pregunta que surgió en la Edad Dorada industrial: ¿Habrá reglas para la nueva economía, y quién hará esas reglas, el pueblo o los poderosos?”, reflexiona Wheeler.
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